Percentiles, mocos y otros temas en la consulta del pediatra
Hoy voy a comentar sobre algunas cosas que he aprendido a lo largo de mis 25 años de ejercer la pediatría. Tengo que reconocer, que al principio era muy estricto: calculaba las calorías que debía de ingerir un lactante, las horas que tenía que dormir, etc. Pero con el paso de los años he observado que todo esto no es tan importante como nos lo enseñaron.
A nivel sanitario, ante la más mínima enfermedad o ante el menor problema de salud de nuestros hijos delegamos rápidamente nuestra responsabilidad en el médico o acudimos a urgencias. Unas decenas de fiebre pueden suponer una pequeña crisis familiar (no podrá ir al colegio, tendré que dejar de trabajar y lo tendré que justificar, tengo que llevarle con los abuelos…). Lo mismo sucede con una caída del tobogán, una picadura de avispa, un pequeño corte, una vez en el dedo jugando con la pelota…. Un chichón no es suficiente; hay que ir a urgencias por si el niño tiene un traumatismo craneoencefálico grave. Una picadura de avispa hay que revisarla por sí es causa de un choque anafiláctico grave.
Antes en las casas, teníamos agua, jabón y agua oxigenada para limpiar las heridas. Ahora ya no existe esto, o si hay no se utiliza. En estas circunstancias, se aplica el “Por si acaso”
Por otro lado, también son constantes en las consultas habituales de pediatría, cuestiones derivadas de la crianza, hábitos educativos, sobre cómo vivir, etc. Se dan respuestas por todo y ya no se sabe qué hacer si no lo dice el pediatra. Lo siento, pero tengo que reconocer que no tengo las respuestas de todo. Además, creo que en muchas ocasiones son temas que no nos competen y que tienen que pertenecer al ámbito familiar. De todas maneras, Intento ayudar siempre bajo el prisma de intentar aplicar el sentido común.
También han influido en esto los llamados “programas de prevención” como por ejemplo el niño sano. Cada vez me pregunto con mayor frecuencia que si el niño está sano, porque lo llevamos al médico. No es que esté en contra, al contrario, creo que es muy importante durante los primeros años de vida, especialmente durante la época del lactante, al apoyar y guiar a los padres en la crianza del niño. Todavía es el día en que algún padre me pregunta cuando hay que hacer la revisión a su hijo de 16 años.
Pero a partir de aquí, creo que nuestra labor es acompañar a nuestros hijos. Es en estas revisiones donde me encuentro siempre las mismas preocupaciones de los padres como las que os explico ahora:
“EL PENE NO SE TOCA”
Porque toco este tema, porque es una manía que desde la más tierna infancia recomendamos los pediatras y que no tiene ningún sentido. Judíos y musulmanes, por usos y religión, son muy dados a la circuncisión; el resto sucumbe a la necesidad de pegar tirones a sus hijos básicamente porque se desenganche.
Es cierto que anteriormente lo hacíamos todos, pero actualmente no tienen sentido. Ya no será necesario que las madres se sorprendan ante dicha situación y espectáculo, tras conseguir unos momentos de impresión al florecer el glande y comentar: “Eso que se lo haga su padre, que yo no sé y me da mucha impresión”. Y prefiero no seguir comentando este hilo, que entraríamos en otros terrenos
Al nacer el prepucio está pegado al glande, dejando un pequeño orificio porque salga la orina. A partir de los 2 años se quejará de dolor, que se debe nada más que a la presencia de erecciones que le molestan. Estas erecciones van consiguiendo el despegue progresivo hasta el momento de la eclosión hormonal de los 12-13 años en que conseguirá el despegue total.
LOS PERCENTILES
Lo más importante para los padres al acudir a las “revisiones” es saber el peso y la talla. Si no lo pesas, no has hecho nada. Cuando pesas a un niño solo caben 2 respuestas: “Ya decía yo que pesa poco” … o mucho. De esto se desprende en muchas ocasiones otras dos consecuencias: ¿No le puede dar algo porque coma más? o… ¿Le tengo que poner a dieta? Después de pesarle viene la pregunta más importante: ¿Cómo le ve? Reconozco que en alguna ocasión he pensado: “pues como quieras que le vea: “canijo y escuálido” en unas ocasiones o “gordo como un luchador de sumo” en otras. Cómo sé que no tengo que responder de este modo, digo que está por debajo del percentil 3, como si fuera un dato de la máxima trascendencia en el desarrollo del niño. El percentil, se ha convertido en las notas escolares del niño que nos da el médico o la enfermera cuando viene a la consulta y sirve para indicar si el niño progresa adecuadamente.
En numerosas ocasiones se hace referencia a que, si está por debajo del percentil 50, el niño pesa poco y si se encuentra por encima está gordo: FALSO. No se han de interpretar de esta manera los percentiles, ya que influye las características y constitución del niño.
Los percentiles no son la biblia, pueden aportar información al médico sobre algunas situaciones, especialmente si la valoración es a lo largo del tiempo, aunque el habitual es que genere más ansiedad que beneficios. No hace falta para constatar que vuestro hijo es fantástico; de verdad que no hace falta, puesto que basta con mirarle a la cara por saber que es lo mejor bebe del mundo.
EL TERMÓMETRO
Este “aparatejo” tiene la virtud de poner en números lo que todo el mundo sabe: que el niño está caliente. Tengo que reconocer que es un aparato que no me hace mucha gracia, puesto que ha creado una gran dependencia y ansiedad, no solo a los padres, sino también a los profesionales, ¿puesto que una de las preguntas fundamentales es: “¿Ha tenido fiebre?
En general se ha desarrollado un excesivo temor a la temperatura, de tal manera que es muy frecuente encontrar en las consultas o urgencias niños con fiebre de 37,5°. Se tiene que decir que la fiebre es nuestro mecanismo de defensa. La fiebre sirve para matar gérmenes, puesto que estos se reproducen muy mal cuando se eleva la temperatura. Pensar lol que pasa cuando tenemos gripe: nos metemos en la cama después del vaso de leche, sudamos y el día siguiente nos encontramos algo mejor. Si el niño está lloroso, quejoso, molesto, sí debemos de ayudarle con alguna medicación y a su justa medida, pero no por una cifra de temperatura. Además, se debe tener en cuenta que el paracetamol y el ibuprofeno –los analgésicos utilizados con mayor frecuencia- tienen efectos secundarios, que en ocasiones pueden ser severos, ALGUNOS TAN SERIOS COMO LOS TROMBOS QUE SE RELACIONAN CON LA VACUNA DEL COVID y los usamos con alegría: Hasta cuando tienen tos.
Con la fiebre hay que hacer una excepción. No es el mismo un niño por debajo de 2-3 meses, que el resto. En un niño por debajo de 3 meses si tiene una temperatura de 38-38,5°, se tiene que considerar un niño de riesgo. En esta edad, el niño es diferente, manifestándose la enfermedad en forma de malestar general, apatía, adormecimiento, que no come o por el contrario está excesivamente irritable, llevarlo en el hospital independientemente del que diga lo “aparatito”.
En el resto de los niños, hay que valorar el estado del niño de manera similar al adulto. ¿Qué hacemos los adultos? Si estamos fatal, nos tocamos el frente y para aliviar el malestar general que tenemos nos tomamos cualquier pastilla que hay en casa y mañana ya veremos, que si estoy igual de mal me voy al médico al hecho que me dé la baja…. pero el termómetro ni olerlo.
La fiebre alta no quema el cerebro, la fiebre alta no da convulsiones, sino que es nuestra aliada, ¿puesto que los gérmenes se reproducen a una temperatura de 36-37° curioso no?
LOS MOCOS
La consulta más típica de la pediatría: “Doctor, el niño tiene mocos. Le estoy aspirando todo el día. ¿No tienen nada para sacarlos?”. Además, aprovechan y transmiten sus propios miedos: “por si le baja al pecho” y son verdes, con lo cual el germen digo yo que debe de ser horrible *y asqueroso. Normalmente los mocos ya los veo, puesto que suelen colgar de la nariz. Creo que podría darles uno clínex y ya está, pero como hemos estudiado, los mandamos a la litera y los exploramos. Muchas veces me pregunto para qué si vemos un niño “rollizo”, sano, con un par de velas colgante. ¿Qué pensamos encontrar? Oro, petróleo…y después además introducimos un palo grande y largo en la garganta para ver los mocos…. Que están en la nariz.
Hoy en día, los mocos también se han convertido en una fuente de negocio: pañuelos, peras, aspiradores, envases presurizados para limpiar la nariz, pegatinas para respirar mejor, etc. junto con infinidad de sustancias antitusivas, mucolíticas, etc. la eficacia de las cuales no está demostrada.
¿Pero qué son los mocos? Igual que la fiebre, los mocos es el sistema de defensa de nuestro organismo contra las infecciones en determinadas áreas, e incluso ya empiezan a publicarse estudios en los cuales se recomienda “comerse” los mocos como medida de prevención de las otitis.
Existen más historias que he aprendido con los niños: la tos, el dolor de oídos, el niño que no come, las “cacas”(me gusta este nombre en lugar de defecación)… pero creo que esto lo dejaré para otra ocasión.
Creo que debemos de evitar la idea de pediatra como persona que todo lo sabe. Creo que “yo no sé mucho de casi nada” y que mi función como supervisor del estado de salud de los niños, debe de ir encaminada también a educar y transmitir conocimientos, con el fin de que los padres sean capaces de tomar decisiones, para asumir las facultades que disponen. Me gustan los padres sabios, que eduquen, son responsables, que eduquen en la libertad, el respeto y en los valores, con el fin de que en la edad adulta sean capaces de conseguir una mayor autonomía personal.