ESPASMOS DEL SOLLOZO: ¿QUE SON?, QUE HACER?
Son episodios que se presentan en algunos niños sanos (cerca del 5%) entre los 6 meses y los 5 años y que, a pesar de su benignidad, puede asustar al que lo observe. Ocurren tras un susto, una caída, un golpe o una regañina. El niño deja de respirar bruscamente y comienza a ponerse morado o pálido, para finalmente, volver a llorar. La recuperación es completa y rápida, en menos de un minuto, aunque puede estar algo somnoliento. Constituye un cuadro, que a los padres o personal que participa en el cuidado del niño, alarma y asusta enormemente, pero que no tiene ninguna trascendencia en la evolución posterior del niño. Los niños con espasmos del sollozo NO TIENEN más riesgo de desarrollar epilepsia, aunque en algunos episodios puedan producirse sacudidas (convulsiones), como en las crisis epilépticas.
PARA RECORDAR…
- Es un cuadro BENIGNO que no produce daños ni a corto ni a largo plazo.
- Son muy frecuentes en la infancia. Afectan sobre todo a niños de 2-3 años, aunque se pueden repetir hasta los 5 años.
- Algunos niños pueden perder el conocimiento unos segundos durante el espasmo e, incluso, tener 2 o 3 sacudidas de brazos o piernas sin que ello empeore el pronóstico.
- Es habitual que alguno de los padres o algún hermano haya presentado episodios similares.
QUE HACER:
Los espasmos del sollozo son episodios que suelen ceder espontáneamente en pocos segundos, sin necesidad de hacer nada.
- Lo principal es mantener la calma. Evitar agitarle o golpearle, ya que esto no hará que el espasmo termine más rápidamente. Tampoco es necesario realizar respiración boca-boca, ni otra maniobra de reanimación.
- Es importante no mostrar excesiva preocupación para que el niño no obtenga ventajas y no se provoque más episodios.
- Todo el personal que participa en el cuidado del niño debe de estar informado de como actuar en estos casos.
¿CÓMO SE PUEDE PREVENIR?
No se pueden prevenir. Hay que recordar que “igual que vienen, se van”.
Como algunos espasmos del sollozo están desencadenados porque se ha reprendido al niño cuando ha hecho algo mal o se le lleva la contraria, los padres o cuidadores evitan regañar al niño. Es importante continuar corrigiendo su comportamiento y no ceder ante las rabietas. Los límites y las normas siguen siendo necesarios para que los niños se sientan seguros.