Hace poco tiempo tuve la oportunidad de ver una de las últimas películas de Pixar, titulada “Del Revés”. Alegría, Tristeza, Ira, Miedo y Asco. Son los nombres de las 5 grandes emociones que manejan nuestras vidas, tal y como explican a las mil maravillas en la película. Alegría, por supuesto, es la emoción que debe gobernar sobre el resto. Pero alegría a veces no puede llegar sin dejar que antes Tristeza haga su trabajo. Pero… ¿por qué son necesarias todas estas emociones?

Las emociones son estados afectivos automáticos y complejos que se desatan en nuestro cuerpo y que cumplen una función beneficiosa y de adaptación del organismo, al favorecer nuestra reacción frente a un estímulo. Las emociones primarias son variaciones de nuestro estado de ánimo provocadas habitualmente por pensamientos, recuerdos, anhelos, pasiones, sentimientos, etc.

LAS EMOCIONES PRIMARIAS

Existen diferentes teorías sobre cuáles son las emociones primarias señalando en algunos casos cinco o en otros ocho dependiendo del autor. No obstante, cada emoción provoca un conjunto de reacciones, y a continuación veremos las más evidentes:

  • Miedo: Puede que en un momento determinado Miedo necesite hacer acto de presencia. Si nuestro hijo no tuviera miedo de nada, pondría en riesgo su vida constantemente. El niño tiene miedo a caerse, miedo a tropezar… pero también tiene miedo a no ser capaz de lograr lo que se propone. El miedo hace que el niño se marque retos y que luche por superarlos. Que aprenda. Y, por qué no, que se sienta invencible. Pero es un arma de doble filo: el miedo también le puede bloquear e incluso, conducir al pánico. Es el máximo nivel de alerta de nuestro cuerpo: si enseñamos a nuestro hijo a utilizar el miedo para crecer, será un arma poderosa para él.
  • Ira: Cierto, la ira es la ‘menos lista’ de las emociones. Cuando se deja llevar, no existe el razonamiento. Explota. Pero es necesaria, sí. A veces la ira desemboca luego en tristeza… y la tristeza da paso a la alegría. De la ira también se aprende. Es normal que aparezca Ira en nuestro hijo cuando alguien le pega, o cuando se aprovechan de él. Es en cierta forma, un arma de defensa, una forma de entender ‘esto no me gusta’ ¡esto me enoja’… ‘no quiero sentirme así’. Y en ese momento Ira pone en marcha un mecanismo para pensar cómo defenderse ante todo eso que le provoca enfado.
  • Tristeza: Sin la tristeza no podría existir la alegría. Son complementarias. ¿Cómo íbamos a saber lo maravillosa que es la risa si nunca lloramos? La tristeza a menudo nos hace reflexionar y ahondar más en nuestros sentimientos. ¿Por qué nos sentimos tristes? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? Pero cuidado: la tristeza también puede llevar al niño a perder ilusión y llevarle a la depresión. Siempre, tras un momento de tristeza, debemos intentar que vuelva a aparecer la alegría.
  • Alegría: La alegría es el motor que mueve la vida de nuestro hijo. Todos queremos que nuestro hijo sea alegre, que sea feliz. Pero debemos entender que es imposible que siempre sea así. La Felicidad está formada por grandes momentos de alegría y pequeños instantes de ira, miedo, tristeza y asco. Porque alegría también necesita del resto para continuar su camino.

Emociones secundarias

  • Amor: Sentimientos de ternura y complacencia sexual generan un estado general de calma, relajación y satisfacción, predisponiendo todo nuestro organismo al entendimiento mutuo. Se asocia a la simpatía, amabilidad, afinidad y adoración. Pero en ocasiones patológicas puede conducir a dependencia extrema.
  • Sorpresa: Elevar nuestras cejas expresando sorpresa nos permite ampliar el campo visual y que nuestra retina reciba más luz. Esta reacción aumenta la información sobre el acontecimiento, facilitando la mejor manera de elección ante la nueva situación.
  • Asco, Aversión: El asco ayuda a elegir, a aprender a decir No. Ayuda al niño a formar una personalidad: ‘quiero esto porque esto otro no me gusta’. Si no existiera el asco (no entendido sólo como asco a un alimento, sino con rechazo a determinadas cosas o aspectos de la vida), nuestro hijo sería tan sumamente conformista que no podría tener una personalidad fuerte ni tomar decisiones importantes en la vida.
  • Interés: Una emoción que nos ayuda a consolidar nuestra atención en un estímulo proveniente del entorno por el cual, y en circunstancias específicas, añadimos un valor referente.

¿COMO AYUDAR A GESTIONAR LAS EMOCIONES EN LOS NIÑOS?

Las emociones forman parte de nuestra propia vida, tanto en los niños como en los adultos. El manejo de estas constituye la causa de que las personas seamos felices. Todas las personas que participan en la educación de los niños participan en la gestión de las emociones. Para ello, lo primero que tenemos que hacer es conocer nuestras propias emociones, siendo capaces de identificar nuestro estado de ánimo, así como desarrollar una gran capacidad de Autocontrol, de tal manera que podamos reflexionar ante las dificultades que se nos presentan en la vida, ser capaces de solucionar disyuntivas de manera reflexiva y autofelicitarnos por los éxitos conseguidos. También es muy importante gestionar los fracasos, ya que serán la fuente de posibles mejoras posteriores.

A partir de los dos años es recomendable iniciar a los niños en el campo del reconocimiento de las emociones, ya que es cuando ellos empiezan a interactuar con los adultos y otros niños de modo más abierto. ¿Cómo hacerlo? Mediante fotografías de rostros, dibujos, preguntándoles qué les pasa, si están tristes o por qué creen ellos que el otro lo está… Este es un modo perfecto para que aprendan a reconocer sus emociones poco a poco y también las de los demás, y, sobre todo, comenzar a desarrollar la habilidad de la empatía.

A partir de los 5 años sería perfecto que los niños supieran ya dar nombre a las emociones de modo habitual: “estoy enfadado porque no me has llevado al parque”, “estoy contento porque mañana nos vamos de excursión”, “tengo miedo de que cierres la luz porque me dejas solo.”Imprescindible. Desde muy pequeños deben saber guardar silencio mientras los demás hablan, pero no solo eso, debe ser una escucha activa. De ahí que sea recomendable hablarles despacio, frente a frente y terminando las frases con un “¿has entendido?”, “¿estás de acuerdo con lo que he dicho?

A partir de los 10-11 años van a surgir en sus vidas emociones secundarias que cobrarán más peso tales como el amor, la vergüenza, la ansiedad… Siempre es adecuado que una buena comunicación con ellos nos permita hablar de estos temas abiertamente para que se sientan seguros, ya que habrá situaciones que le causen mucha ansiedad. Debemos ser conscientes de que, para los niños, los padres y los adultos en general son los modelos y ejemplos más importantes en los que se basarán para su crecimiento. Es muy importante utilizar en nuestra vida diaria el lenguaje de los sentimientos, tanto por parte nuestra, como por ellos: “…Estoy triste porque…”, “estoy preocupado por…”, “…me encuentro feliz por…”. De esta manera conoceremos como se sienten.

Fundamental la comunicación no verbal, tanto la nuestra como la de ellos. Para ellos además del elogio, el contacto físico es muy importante. Con la comunicación no verbal (tono, gesto, miradas…), muchas veces nos dan pistas sobre lo que pueden sentir.

Desde la escuela se pueden trabajar todos estos aspectos. Es beneficioso enseñarles a reflexionar sobre todas las acciones ya sea en relación con conflictos con los compañeros o sobre tareas académicas. Se puede fomentar el uso de autoinstrucciones: ¿Qué tengo que hacer?, ¿Cómo lo voy a hacer?… Estar atento y ver todas las posibles respuestas.  Buscar la solución más correcta.  Felicitarnos o rectificar.

Bibliografia:
Daniel Goleman: Inteligencia Emocional. Ed. Kairós. 1996
Diez estrategias para educar a los niños en inteligencia emocional. Valeria Sabater